El trastorno bipolar es una patología muy grave que, si no es tratada de manera oportuna y adecuada, puede causar mucho sufrimiento y resultar muy incapacitante para la vida de la persona.
El trastorno bipolar se caracteriza por cambios patológicos en el estado de ánimo, en las emociones y en el comportamiento. Todos con una duración bastante variable. Estos cambios en el estado de ánimo persisten durante meses y años. Tanto la manía como la depresión tienen un impacto significativo en la vida del individuo y son muy debilitantes.
Trastorno bipolar I
Según el DSM-5, el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, es suficiente para diagnosticar un Trastorno Bipolar I una historia de manía o la presencia de un episodio maníaco. A pesar de esto, se estima que solo el 5% de los pacientes con trastorno bipolar no han experimentado episodios depresivos mayores en su vida.
Trastorno bipolar II
El trastorno bipolar II se caracteriza por al menos un episodio hipomaníaco y un episodio depresivo mayor. El curso de la enfermedad a menudo se caracteriza por períodos prolongados de depresión intercalados con síntomas hipomaníacos periódicos.
Trastorno ciclotímico
Se caracteriza por una alternancia continua de períodos hipomaníacos y síntomas depresivos en un lapso de más de dos años que provocan un alto grado de mal funcionamiento social y laboral. En la ciclotimia, la intensidad de los síntomas hipomaníacos y depresivos es menor que los diagnósticos mencionados anteriormente.
Qué entendemos por fase hipomaníaca
La fase hipomaníaca se caracteriza por la disminución de la necesidad de dormir, la sensación de tener una mayor energía física y mental, una mayor eficiencia mental, una mayor capacidad de conversación. La persona se siente particularmente eufórica, pero también irritable, con la sensación de tener un mayor potencial personal, con un aumento repentino de la autoestima. Todo parece posible y factible, sin consecuencias, tanto que a menudo se llevan a cabo acciones impulsivas, a veces imprudentes, incluso peligrosas para sí mismo o para los demás. La persona hipomaníaca puede presentar una mayor seguridad relacional que en el pasado reciente, hasta una desinhibición excesiva, incluso con un comportamiento socialmente inapropiado.
Qué entendemos por fase maníaca
La persona en la fase maníaca no puedes completar proyectos, su comportamiento tiende a ser desorganizado, caótico, no concluyente. El estado de ánimo es irritable, disfórico, aunque muy fugaz, por lo que puede cambiar de la felicidad a la ira muy rápidamente. Los pensamientos y palabras van tan rápidos que es difícil seguirlos. Los discursos se vuelven incoherentes, la atención salta de una cosa a otra, hay una gran distracción. La persona siente unos niveles de energía tan altos que no siente la necesidad de dormir o comer. A menudo, los sentidos parecen refinarse y la percepción se vuelve más vívida. La sensación de tener un enorme potencial personal puede empeorar y convertirse en una ilusión de omnipotencia, de grandeza. En un porcentaje no despreciable de casos, se producen alucinaciones auditivas, con menor frecuencia visual u olfativas. El deseo sexual también puede aumentar, volviéndose casi urgente, con comportamientos impulsivos. A las personas cercanas a los que sufren de manía les resulta difícil reconocerlo ya que su comportamiento aparece totalmente el opuesto de lo habitual. Pueden aparecer creencias de grandeza, pero también convicciones de ser perseguido y/o controlado. Tienen poca capacidad para evaluar las consecuencias de las propias acciones.
Qué entendemos por fase depresiva
En la fase depresiva, el estado de ánimo es muy bajo, con profunda tristeza durante la mayor parte del día y durante al menos 14 días. Nada de lo que anteriormente interesaba y gustaba proporciona placer. Se pierde el sentido de la vida, que parece profundamente dolorosa. Suelen aparecer problemas del sueño, especialmente en la mañana, el apetito puede aumentar o disminuir. Uno se siente sin energías físicas, fácilmente cansado, con una gran dificultad para concentrarse o memorizar nueva información. Los pensamientos son más lentos y normalmente giran en torno a temas de culpa, muerte, ruina, fracaso. Se percibe el futuro sin ilusión, con desesperanza. En las fases depresivas el humor puede ser tan bajo que puede provocar suicidio o actos de autolesión. La fase depresiva, por lo general, dura más que la fase hipomaníaca o maníaca, que pueden durar incluso unos pocos días. A veces, de una fase, se pasa inmediatamente a otra, otras veces hay un período de ánimo normal o de mezcla con ansiedad e inestabilidad.
Según las estadísticas, el trastorno bipolar tiene una incidencia en la población entre 1 y 2%. El trastorno bipolar I afecta tanto a hombres como a mujeres por igual, mientras que el trastorno bipolar II es más común en mujeres. En general, el primer episodio ocurre después de la mayoría de edad, entre 18 y 30 años, y luego reaparece durante el curso de la vida. La edad promedio de aparición del trastorno bipolar es de 20 años.
Entre los trastornos psiquiátricos, el trastorno bipolar se encuentra entre aquellos con la mayor herencia. De hecho, los estudios han demostrado que hay un 10% de probabilidad de desarrollar un trastorno bipolar si un miembro de la familia con esta patología está presente en la familia, en comparación con la población general promedio, que es del 1%.
A pesar de que el trastorno bipolar se encuentra entre las enfermedades psiquiátricas con una base orgánica bien identificada y, por lo tanto, tratable farmacológicamente, es importante recordar que es necesario una terapia psicológica. Uno de los problemas más importante para estos pacientes es la egosintonicidad de los síntomas, estos pacientes, a diferencia de las personas con otros trastornos psicológicos, no reconocen tener algún problema que le este limitando o invalidando sus vidas. Así que mientras que en las fases depresivas quizás es más fácil que el paciente pida ayuda a un profesional, en las fases hipomaníacas y maníacas no reconoce estar necesitados de una terapia farmacológica o psicológica. Esto complica mucho la adherencia a la terapia. Por lo tanto, construir una buena relación terapéutica y hacer que reconozcan el momento que en que llegan las fases, sobre todo las fases hipomaniaca o maniaca es un logro muy importante para promover una correcta conformidad a los tratamientos. Es necesario que la persona aprenda estrategias más efectivas para lidiar con las dificultades diarias, como controlar su ira o mejorar sus habilidades de comunicación.
Hay que evidenciar también que los aspectos metacognitivos interpersonales también juegan un papel importante, caracterizado por las dificultades para reconocer las emociones de los demás o regular las propias.
El trastorno bipolar requiere una intervención adecuada y muy oportuna, especialmente teniendo en cuenta el alto riesgo de suicidio que la persona puede enfrentar, especialmente en las fases depresivas o cuando la persona este pasando de una fase hipomaníaca o maníaca a la fase depresiva.
Raffaele Tuccilo, psicólogo.